domingo, 17 de mayo de 2009

LA COLUMNA DE MAURICIO




“¡No, yo le voy al Necaxa!”

Esa era la famosa frase de “don Ramón” cuando quería aclarar que él no era “del otro equipo”, que era “bien machito”.

Por eso me tuve que acordar del querido Ramón Valdés el sábado pasado que me fui al Azteca a ver el partido Necaxa-América, en el que los “Rayos” se jugaban su permanencia en la máxima categoría del fútbol mexicano.

Los necaxistas llegaron con la ilusión de un milagro. Necesitaban ganar de visita si querían mantenerse con vida. Acostumbrados a asistir a grandes finales, hoy les tocaba una situación completamente opuesta.

A la par mía un entusiasta necaxista retaba al nerviosismo con un “¡Arriba los Rayos!. A partir de ese momento no dejaría de taladrarme el tímpano con porras, indicaciones técnicas y todo el arsenal al que recurre un fanático cuando su equipo se juega la vida.

Pero esa noche no hubo milagro. Un gol del americanista Fernando Ortiz inició el canto de “Las golondrinas” para el Necaxa.

El mismo equipo que fue considerado el equipo de los noventa en México -el de Aguinaga, Ivo Basay, Luis Hernández, García Aspe, en el que Hernán Medford vivió momentos de gloria y donde jugaba el casi tico Pablo Gabas- se fue para “Primera A”.

A mi lado, el necaxista entusiasta por fin guardo silencio. Y por más que lo intentó no pudo evitar que un par de lagrimones le bajaran por sus mejillas y quedaran para siempre impregnadas en las gradas del Coloso de Santa Úrsula.


Adiós Necaxa, talvez nos veamos de nuevo el próximo año.

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